sábado, 2 de octubre de 2010

CUANDO CHÉJOV SE FUE DE AFTER

-¿Estás en Amiens?

-No, Madrid

-¿Qué tal?

- Bien, crisis

- Vaya toalla

Los Afters nunca fueron buenos del todo. Bares de última hora, chillones y excesivos en los que uno puede llegar a olvidarse de que ha entrado en ellos, o lo que es peor salir escaldado. La palabra After da repelús, suena a gente trasnochada que intenta llevarse a la cama a una de las furcias de la pista. Y sí, se la llevan a la cama. Pero lo que pasa en esa cama es otro cantar. Mejor se toman un vaso de agua y se van a dormir, como hacía el difunto Chéjov.

LLamar a la literatura after o generación nocilla da como grima. Claro que todo el mundo sabe que las etiquetas la mayoría de las veces, y para bien de la humanidad no quieren decir nada. Esto era lo que pensaba yo antes de leer la antología Narrativas Mutantes. Así me entero de lo que es la narrativa española de última generación, y además es un regalo.


La literatura de este libro parece ser tan difícil que en el prólogo te proporcionan una serie de instrucciones para que lo entiendas. Yo, ingenuamente, me lo leo al final, como hago cuando compro algún aparato electrónico. Los aparatos electrónicos si no los utilizas bien se estropean o te dan chispazos. Es lo que debe de pasar también con la postliteratura, de ahí que insistan tanto en fusionar lo tecnológico con lo literario, eso lo explica todo. También eso explica por qué la mayoría de los cuentos, narraciones y diversos fragmentos (porque hay que ver lo que mola el fragmentarismo), son un peñazo. Estúpida, léete las instrucciones antes y menos mal que no vienen en chino. Cuando algo es un peñazo, me da igual que sea el Ulises (Me quedo con el artista adolescente y los Dublineses) o esto, dejo de leer automáticamente. Forzarse es tontería. Es como apuntar al niño a fútbol cuando nos ha salido pianista.

Los relatos estos son tan after, novedosos- innovadores-fusionadores-experimentadores-avanzados-tecnológicos, que me aburren así que tengo que saltarme algunos. He dicho la mayoría, no todos. Porque los hay que se salvan (no por innovadores, sino por legibles.Parece que hoy en día si escribes cosas legibles no eres profundo ni válido).

Y cada vez que dejo de leer me saltan preguntas a la cabeza que me quitan el sueño:

-¿Innovación? No merece la pena repetir el tópico de que hoy en día ser innovador en el modo en que lo entiende esta gente (incorporando artículos de prensa, publicidad, numeritos y demás parafernalia) es más ridículo que arriesgado.

-¿Novedad? Volvemos a lo mismo…

-¿La incorporación de la cultura de masas y subcultura blablablá y de la ciencia y la tecnología? Sí, es muy importante meter palabras como iphone, o televisor, o frases (otra vez el repelús) como “Atréve a pensar un nanosegundo” o lecciones sobre cómo incorporar la palabra vagina al futurismo (mejor leerse a Ray Bradbury).

-¿Generación que habla del tiempo actual? En primer lugar lo de generación joven es bastante relativo, pero es que además hablan de Blues, de la República, de Fofó y de cosas que cuesta mucho ver como actuales y posmodernas. Claro que está lo vintage, el collage y las referencias al cómic y al cine. No lo sé, hay cosas ahí, que tienen tres adjetivos por palabra y que son infumables.

Hay algunas otras que están bien en el libro, bastante bien escritas, un poco diferentes, (no innovadoras) a lo que pueden ser otras voces narrativas. Y eso se agradece. Pero después a mitad del texto aparece otra vez la obsesión por lo de parecer diferentes y universales. ¿Y cómo lo hacen? Poniendo nombres ingleses a los personajes, ambientando las narraciones en norteamérica. Vale que todo sea universal, vale que los universos sean fictios y creados por el autor. Pero si haces esto puede que pierdas credibilidad y gracia. Y sobre todo, denota falta de seguridad y autoestima. O amplitud de ventas.

No creo que exista, por poner un ejemplo ningún relato de Carver en el que el protagonista sea un Palentino llamado Pepe que se pasea el por el desierto de Almería; porque Carver no ha crecido con ningún Pepe y es muy probable que no conozca el desierto de Almería (como buen americano malo en geografía). En París era una fiesta, Hemingway, aficionado a hablar de otras culturas, nos pone siempre de manifiesto que está en París, sí, pero es un americano en París.

Da la impresión de que no sólo quieran copiar las técnicas a veces soporíferas de la Generación Quemada americana, sino también sus propias vivencias.
Está bien y de hecho, es bastante recomendable si gusta (no por obligación), leer a los cuentistas americanos, ver las series, el cine, pero sin olvidar lo que somos, españolitos de España. No hay de qué avergonzarse. No hay por qué seguir escribiendo como lo hacen los narradores españoles, podemos mirar a nuestros vecinos americanos (tener modelos literarios no es sólo vintage y posmoderno es de sabios de los de toda la vida), pero sabiendo que somos españoles de España o humanos del mundo, o X e Y que están en una habitación de una casa de una calle de la que desconocemos nombre, número y año.


Los textos evolucionan sí, se adaptan a su tiempo, pero no de manera artificiosa y excesiva. Los formatos cambian. Pero al difunto Chéjov lo seguimos leyendo aunque se vaya pronto a la cama con un vaso de agua. Se lo perdonamos, porque no nos hace vomitar alcohol en una esquina a la puerta de un After (las veces que no llegamos a la cama y que ni siquiera ligamos).

Lo que digo yo lo resume el escritor americano Michael Chabon (Reading and writing along the borderlands):

Intelligent people must keep a certain distance from its productions. They must handle the things that entertain them with gloves of irony and postmodern tongs. Entertainment, in short, means junk, and too much junk is bad for you- bad for your heart, your arteries, your mind, your soul. But maybe theses intelligent and serious people, my faithful straw men, are wrong.”

Y esto traducido al español de españa:

-Lo que leemos debe gustarnos

-El artificio y la experimentación excesiva producen efectos de After

-La gente seria y profunda debería darse cuenta de que la literatura ha de ser ante todo un gran entretenimiento, (parece obvio, pero algunos no lo pillan)

- Cosas nuestras, de españolitos de España, de hombres, de mujeres , X, Y, Z pero que nos digan algo de nosotros, de todos.

-Lo de siempre (lo Neo dicen por ahí, poco importa), pero con lo que somos ahora y siempre.